“El mundo está depositando esperanza en ustedes por un breve período en la historia de la humanidad”. Con estas palabras, el primero ministro danés, Lars Lokke Rasmussen, se dirigía a los delegados de los 192 países presentes en la ceremonia de apertura de la Cumbre de Copenhague , que busca acordar el primer pacto climático de la ONU en 12 años.
En un clima reivindicativo, muchos activistas pedían a los delegados que eligieran para entrar en el recinto una de las dos puertas ficticias que hasta allí trasladaron: La verde que decía “Vote por la Terra” o una roja con el cartel de “Calentamiento Global”.
Hay motivos para la esperanza ya que, a diferencia de Kyoto, en esta ocasión asisitirán , con compromisos de reducción, los líderes de los principales países emisores, encabezados por China, Estados Unidos, Rusia e India. Algunas acciones como el el compromiso de Sudáfrica de reducir sus emisiones de dióxido de carbono un 34 por ciento por debajo de los niveles previstos para lo 2020, o las declaraciones de EEUU calificando a los gases de efecto invernadero como una amenaza para la salud humana, también proporcionan un impulso a la cumbre.
De todas formas, también hay escépticos, representantes de organizaciones no gubernamentales, funcionarios de Dinamarca y de la Organización de Naciones Unidas (ONU) dudan que de la cumbre surja un pacto mundial sobre la reducción de gases de efecto invernadero por las consecuencias económicas que conlleva para algunos países y basándose en otras acciones similares en el pasado que no condujeron a acuerdos.
Como siempre, podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío, pero de lo que no cabe la menor duda es de que, en estos 11 días, deberíamos animar a nuestros alumnos a convertirse en periodistas digitales, publicando día a día las noticias y acuerdos que vayan surgiendo de la cumbre.
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Tres fuentes para usar: